lunes, 26 de noviembre de 2012

Ese instinto homicida que te anima a sacar la metralleta, el bazooka y toda la artillería pesada que escondes bajo la cama.

jueves, 24 de mayo de 2012

Y una vez que se que, haga lo que haga, pase lo que pase, acabaré llorando; déjame decirte que prefiero llorar de felicidad a llorar de tristeza.
Prefiero quedarme unos instantes paralizada e incrédula.
Prefiero mirar la pantalla una y otra vez durante horas intentando convencerme de que he leído bien lo que pone. Convencerme de que realmente puedo llorar. Llorar por primera vez en mucho tiempo tranquila.
Y llorar de felicidad.

sábado, 7 de abril de 2012

- ¿Qué tal estás?
- Bien ¿y tú?
- Bien
- ¿Segura?
- Si. ¿Y tú? ¿Estás tú segura de que estoy bien?

martes, 3 de abril de 2012

Celos, los únicos que me acompañan siempre, vaya donde vaya y con quien vaya. No me abandonan ni un segundo, y no creo que tengan pensado dejarme alguna vez, lo que me hace replantearme la posibilidad de cortarle el pelo a la chica esa... y digo replantearme porque, efectivamente, lo he pensado seriamente varias veces.

viernes, 2 de marzo de 2012

- ¡¿Sabes lo que te pasa?! ¡Que me tenías envidia!
- ¿Disculpa?
- ¡No! ¡Ahora no me vengas con esas!
- Pero yo...
- ¡Ni tu ni nada! ¡Eso haberlo pensado antes de hacer lo que hiciste!
- ¿Hacer? ¿Yo?
- ¡No te hagas la inocente que no cuela!
- Pero ¿qué dices?
- ¡Ya! Ahora de pronto a la señorita se le ha olvidado, ¿no?
- No se de que me hablas, si ni siquiera...
- Pues no daba esa impresión el otro día cuando flirteabas con mi novio descaradamente. Estarás contenta, ¡lo hemos dejado! ¡Por tu culpa!
- Pero si yo no te conozco de nada. Y eso de flirtear con tu novio es mentira.
- Y encima esas, negándolo todo. ¿Qué te costaba seguirme la corriente?
- No se quien eres
- ¡Ahhh! De verdad es que la gente está de un especial que me enerva, parece que no se puede discutir con nadie...

viernes, 17 de febrero de 2012

¿Sabes? Realmente las cosas que dices pierden credibilidad y sobre todo, seriedad, cuando las dices mientras chupas un plato...

lunes, 30 de enero de 2012

El pequeño buhito sabía que era algo importante, algo serio, y sin embargo, no podía evitar dejarlo pasar. Tenia que preocuparse, porque ¿no es lo que hacía todo el mundo? ¿Lo que esperaban de él? De acuerdo entonces. Estaría nervioso, pero ahora no, un poco más adelante. Eso es lo que se fue repitiendo día tras día al despertarse. Y día tras día aplazaba un poco más esa fecha límite. Tanto tiempo lo fue dejando, que al final se le olvidó ponerse nervioso. No sabía donde, si en el perchero de la entrada o en la silla del salón, pero se había dejado los nervios en casa. Y no iba a darse la vuelta para volver a recogerlos.

sábado, 21 de enero de 2012

(parte 3)
No era una lucecita, era una pequeña hada que revoloteaba alrededor de la estrella. Como una muñequita diminuta, llevaba un vestido blanco pomposo y con destellos, zapatitos brillantes y una corona que parecía hecha con miles de pequeños diamantes.
Dong, dong, dong, dong.
-¡Ah!
El reloj había dado las 4 y esto había sobresaltado a Nadia, dejando así escapar un pequeño gritito. Al ser descubierta, el hada cesó de golpe su peculiar vuelo, que más que vuelo parecía un baile, y desapareció.
Nadia se sentía triste, no había sido su intención asustar al hadita, simplemente quería verla bailar un poco más. Volvió a su habitación cabizbaja y se durmió.
A la mañana siguiente bajaron los tres a abrir los regalos, Nadia aún se preguntaba si lo del hada habría pasado de verdad o lo habría soñado. Estaba abriendo uno de los regalos distraida cuando, de pronto centró toda su atención en el regalo, era la figurita de un hada, la misma que había visto la noche pasada. Le dió cuerda y comenzó a bailar al son de una bonita melodía y, espera, ¿le había guiñado un ojo?

lunes, 2 de enero de 2012

(parte 2)
Sabía que se arriesgaba a ser descubierta por Papá Noel, si acaso había sido él, el que había hecho el ruido, pero la curiosidad pudo con ella. Se bajó de la cama sin pensarlo dos veces y salió de su habitación. A medida que se acercaba a la escalera realentizó el paso, para evitar así, hacer cualquier tipo de ruido. Casi había llegado al final de las escaleras cuando le pareció volver a oir el ruido. Si, cada vez se oía mejor y, ¡espera! ¿Qué era esa lucecita? Una pequeña lucecita en lo alto del árbol de navidad era la causante del tintineo. Se acercó aún más, y más, y más. Poco a poco, hasta que estuvo muy cerca. Su rostro se tornó en una expresión de sorpresa.