sábado, 21 de enero de 2012

(parte 3)
No era una lucecita, era una pequeña hada que revoloteaba alrededor de la estrella. Como una muñequita diminuta, llevaba un vestido blanco pomposo y con destellos, zapatitos brillantes y una corona que parecía hecha con miles de pequeños diamantes.
Dong, dong, dong, dong.
-¡Ah!
El reloj había dado las 4 y esto había sobresaltado a Nadia, dejando así escapar un pequeño gritito. Al ser descubierta, el hada cesó de golpe su peculiar vuelo, que más que vuelo parecía un baile, y desapareció.
Nadia se sentía triste, no había sido su intención asustar al hadita, simplemente quería verla bailar un poco más. Volvió a su habitación cabizbaja y se durmió.
A la mañana siguiente bajaron los tres a abrir los regalos, Nadia aún se preguntaba si lo del hada habría pasado de verdad o lo habría soñado. Estaba abriendo uno de los regalos distraida cuando, de pronto centró toda su atención en el regalo, era la figurita de un hada, la misma que había visto la noche pasada. Le dió cuerda y comenzó a bailar al son de una bonita melodía y, espera, ¿le había guiñado un ojo?

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