martes, 29 de noviembre de 2011

Sally bailaba sensualmente contoneando sus caderas de un lado para otro. Había dejado tras de  sí un reguero de ropa a lo largo de toda la habitación, y ahora, llevaba únicamente un pañuelo semi-transparente de color azul, lo que resaltaba sus ojos.
Él estaba atónito, impresionado, tenía los ojos abiertos como platos y por supuesto, no podía apartar su mirada de ella, pero curiosamente, no se fijaba en su suave cuerpo desnudo, sino en su cara, sus ojos, su sonrisa. Esa sonrisa mágica, una vez que la veías quedabas cautivado por ella, como hipnotizado.
Sally se estaba acercando a él muy lentamente, cada vez más. Entonces le susurró:
- Había pensado que si tal vez no tuvieras nada que hacer mañana yo dejaría lo que tenía que hacer para poder hacerte compañía
- ¡Wow! Explícame bien eso, Sally - Contestó el todavía embobado.
- Si, verás, que si mañana, por lo que sea, no quieres ir a clase, yo podría hacer que pasaran lista en mi nombre y quedar contigo - Decía pegándose aún más a él, a la vez que le daba un pequeño lametón en la oreja.
- Mmm... Sigo sin entenderlo bien. ¿Podrías concretarme un poco más, por favor?
- Siii, a ver si con un ejemplo lo entiendes mejor - Contestó y comenzó a recorrer su cuello a besos poco a poco.
- ¿Y bien? - Preguntó él impaciente.
- Vamos a ver, Tom - contestó bruscamente - me parece que no lo estás pillando. Me refiero a que tal vez podríamos estar un rato tu y yo... no se si me entiendes - decía a la vez que con la mano le recorría el cuerpo de arriba abajo desde el pecho.
- ¡De verdad, qué complicadas sois las mujeres, no hay quien os entienda! - Admitió Tom finalmente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario