sábado, 26 de noviembre de 2011

El tren corría veloz por las vías, solo se detenía de vez en  cuando en la estación de turno, momento en el que grandes masas de gente abandonaban el vagón, dejando hueco a su vez para la multitud que se apretujaba a ambos lados de las puertas para poder entrar.
Ella iba sentada. Milagrosamente, hoy no había tenido más que esperar cinco minutos para poder conseguir un sitio, y ahora leía embelesada. De vez en cuando sobresaltada, salía de su embelesamiento y preocupada miraba el panel que anunciaba la siguiente estación "¡uf! No es la mía" Pensó esa vez.
El tren volvió a detenerse y ocurrió lo mismo que en las anteriores estaciones. Pero ella seguía leyendo, como si el resto no existiera. Y de pronto, oyó una voz que le era familiar. Levantó la cabeza y lo vio,  allí, de pie, junto a la puerta. Hacía mucho que  no le veía. Habría reconocido su voz en cualquier parte. Hubo un tiempo en el que el haberle encontrado habría supuesto que ese día normal pasara a ser genial.
Pero no esta vez. Él no lo merecía. Sus miradas se encontraron. Le sonrió y bajó la cabeza. Siguió leyendo tranquila, el libro estaba en la parte más emocionante, incluso se permitió soltar una suave carcajada, no solo por el libro, sino por lo absurdo de la situación. Y él, siguió conversando, pero no se la podía sacar de la cabeza. Le daba vueltas una y otra vez, como arrepintiéndose del pasado."¿Y esa mirada risueña?"

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