lunes, 30 de enero de 2012

El pequeño buhito sabía que era algo importante, algo serio, y sin embargo, no podía evitar dejarlo pasar. Tenia que preocuparse, porque ¿no es lo que hacía todo el mundo? ¿Lo que esperaban de él? De acuerdo entonces. Estaría nervioso, pero ahora no, un poco más adelante. Eso es lo que se fue repitiendo día tras día al despertarse. Y día tras día aplazaba un poco más esa fecha límite. Tanto tiempo lo fue dejando, que al final se le olvidó ponerse nervioso. No sabía donde, si en el perchero de la entrada o en la silla del salón, pero se había dejado los nervios en casa. Y no iba a darse la vuelta para volver a recogerlos.

sábado, 21 de enero de 2012

(parte 3)
No era una lucecita, era una pequeña hada que revoloteaba alrededor de la estrella. Como una muñequita diminuta, llevaba un vestido blanco pomposo y con destellos, zapatitos brillantes y una corona que parecía hecha con miles de pequeños diamantes.
Dong, dong, dong, dong.
-¡Ah!
El reloj había dado las 4 y esto había sobresaltado a Nadia, dejando así escapar un pequeño gritito. Al ser descubierta, el hada cesó de golpe su peculiar vuelo, que más que vuelo parecía un baile, y desapareció.
Nadia se sentía triste, no había sido su intención asustar al hadita, simplemente quería verla bailar un poco más. Volvió a su habitación cabizbaja y se durmió.
A la mañana siguiente bajaron los tres a abrir los regalos, Nadia aún se preguntaba si lo del hada habría pasado de verdad o lo habría soñado. Estaba abriendo uno de los regalos distraida cuando, de pronto centró toda su atención en el regalo, era la figurita de un hada, la misma que había visto la noche pasada. Le dió cuerda y comenzó a bailar al son de una bonita melodía y, espera, ¿le había guiñado un ojo?

lunes, 2 de enero de 2012

(parte 2)
Sabía que se arriesgaba a ser descubierta por Papá Noel, si acaso había sido él, el que había hecho el ruido, pero la curiosidad pudo con ella. Se bajó de la cama sin pensarlo dos veces y salió de su habitación. A medida que se acercaba a la escalera realentizó el paso, para evitar así, hacer cualquier tipo de ruido. Casi había llegado al final de las escaleras cuando le pareció volver a oir el ruido. Si, cada vez se oía mejor y, ¡espera! ¿Qué era esa lucecita? Una pequeña lucecita en lo alto del árbol de navidad era la causante del tintineo. Se acercó aún más, y más, y más. Poco a poco, hasta que estuvo muy cerca. Su rostro se tornó en una expresión de sorpresa.